Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto
Criaturas En La Noche No Me Dejan Respirar
sábado, 30 de abril de 2016
jueves, 28 de abril de 2016
Coreografias Modernas
En ocasiones pasé por alto sutilezas, y, por ejemplo, corregí el apellido de un escritor, que estaba mal escrito, por el que en efecto tenía. La cuestión fue que el autor del ensayo deseaba efectivamente llamar Hemingay a su trabajo y no Hemingway, para dar a entender una serie de indecisiones sobre su identidad sexual que, decía, torturaron durante toda su vida al viejo Ernest
Cuando dejé mis años de correctora y seguí escribiendo mis cuentitos, poemas y novelitas, comprendí la seriedad de la ofensa que les había causado. A veces un punto que parece estar demás o un signo de exclamación que no conviene en apariencia no son erratas: son fundamentales para quien los eligió.
Si alguna vez publico algo más que mis dos libros de poesía, por favor, ¡que no haya correctores!
Mil Cuentos...
Veo -tengo memoria hasta de
antes- los dedos casi negros que
empujaban mi cuna, y eran los de
Nina, mi niñera. Ella era oscura,
grande, joven y, cuando yo lloraba
demasiado, me levantaba y me
mecía en sus brazos redondos
cantando unas canciones
portuguesas, pero también
recuerdo, o esto tal vez fue un
poco más tarde, que me tocaba
todo el cuerpo, me besaba la
espalda y el vientre y, abriéndolas
muy suavemente, las piernas, como
cuando partía en dos las mariposas
amarillas en la plaza Belgrano y me
ponía un ala en la boca y ella
masticaba la otra dulcemente.
Cierto que esto fue más tarde, unos
años más tarde, pero no más de
cinco.
antes- los dedos casi negros que
empujaban mi cuna, y eran los de
Nina, mi niñera. Ella era oscura,
grande, joven y, cuando yo lloraba
demasiado, me levantaba y me
mecía en sus brazos redondos
cantando unas canciones
portuguesas, pero también
recuerdo, o esto tal vez fue un
poco más tarde, que me tocaba
todo el cuerpo, me besaba la
espalda y el vientre y, abriéndolas
muy suavemente, las piernas, como
cuando partía en dos las mariposas
amarillas en la plaza Belgrano y me
ponía un ala en la boca y ella
masticaba la otra dulcemente.
Cierto que esto fue más tarde, unos
años más tarde, pero no más de
cinco.
Mil Cuentos...
Son varias las anécdotas protagonizadas por el cínico Diógenes y el emperador macedonio. Una de ellas, según la versión de Diógenes Laercio, cuenta cómo en una ocasión Alejandro se dirigió hasta el filósofo cínico y le dijo: "Soy Alejandro el gran rey", contestando el otro: "Y yo Diógenes el Perro". Al preguntarle el macedonio el porqué de tal nombre, Diógenes contestó: "Porque muevo el rabo ante los que me dan algo, ladro a los que no me dan y muerdo a los malvados".
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